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lunes, 26 de mayo de 2014

concepto de cosmovisión


Concepto de cosmovisión (extraído de  Wikipedia.)

Cosmovisión o "visión del mundo" o en la forma original alemana Weltanschauung (AFI: [vɛlt.ʔan ʃaʊ.ʊŋ]); es una imagen o figura general de la existencia, realidad o "mundo" que una persona, sociedad o cultura se forman en una época determinada; y suele estar compuesta por determinadas percepciones, conceptuaciones y valoraciones sobre dicho entorno.
A partir de las cosmovisiones, los agentes cognitivos (sean esas personas o sociedades) interpretan su propia naturaleza y la de todo lo existente, y definen las nociones comunes que aplican a los diversos campos de la vida, desde la política, la economía o la ciencia hasta la religión, la moral o la filosofía.

 

Una cosmovisión es el conjunto de opiniones y creencias que conforman la imagen o concepto general del mundo que tiene una persona, época o cultura, a partir de la cual la interpreta su propia naturaleza y la de todo lo existente. Una cosmovisión define nociones comunes, que se aplican a todos los campos de la vida, desde la política, la economía o la ciencia hasta la religión, la moral o la filosofía.
El término "cosmovisión" es una adaptación del alemán Weltanschauung (de Welt= "mundo", y anschauen = "observar"), una expresión introducida por el filósofo Wilhelm Dilthey en su obra Einleitung in die Geisteswissenschaften ("Introducción a las Ciencias del espíritu [entiéndase "espíritu" -Geist- aquí más bien como cultura"], 1914). Dilthey, un miembro de la escuela hermenéutica, sostenía que la experiencia vital estaba fundada —no sólo intelectual, sino también emocional y moralmente— en el conjunto de principios que la sociedad y la cultura en la que se había formado. Las relaciones, sensaciones y emociones producidas por la experiencia peculiar del mundo en el seno de un ambiente determinado contribuirían a conformar una cosmovisión individual. Todos los productos culturales o artísticos serían a su vez expresiones de la cosmovisión que los crease; la tarea hermenéutica consistiría en recrear el mundo del autor en la mente del lector. El término fue rápidamente adoptado en las ciencias sociales y la filosofía, donde se emplea tanto traducido como en la forma alemana original.
Una cosmovisión no sería una teoría particular acerca del funcionamiento de alguna entidad particular, sino una serie de principios comunes que inspirarían teorías o modelos a todos los niveles: una idea de la estructura del mundo, que crea el marco o paradigma para las restantes ideas. De este modo, puede pertenecer al ámbito de la filosofía llamado metafísico (aunque también doctrinas tradicionalmente antimetafísicas, como el positivismo o el marxismo puedan constituir una cosmovisión para sus adherentes). Sin embargo, una cosmovisión no es una elaboración filosófica explícita ni depende de una; puede ser más o menos rigurosa, acabada e intelectualmente coherente.
Los sistemas filosóficos, religiones o sistemas políticos pueden constituir cosmovisiones, puesto que proveen un marco interpretativo a partir del cual sus adherentes y seguidores elaboran doctrinas intelectuales y éticas. Ejemplos son el judaísmo, el cristianismo, el islam, el socialismo, el marxismo, el anarquismo, el cientificismo, el humanismo, el nacionalsocialismo, el nacionalismo o el capitalismo, el antropocentrismo, el teocentrismo, el sensocentrismo, etc. Las cosmovisiones son complejas y resistentes al cambio; pueden, por lo tanto, integrar elementos divergentes y aún contradictorios. La afirmación intransigente y autoritaria de la propia cosmovisión es el fundamentalismo.

 

 

De otra página de Internet, para ver dos opciones.

cosmovisión

Antes de entrar de lleno en el análisis del significado del término cosmovisión, es interesante y fundamental que recurramos a establecer su origen etimológico. En este sentido, podríamos destacar que se trata de un neologismo, “Weltanschauung”, formado por palabras de la lengua alemana: “Welt”, que puede traducirse como “mundo”, y “anschauen”, que es sinónimo de “mirar”.
En concreto, se cree que fue el filósofo alemán Wilhelm Dilthey quien creó ese neologismo en el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y principios del XX.
No obstante, no podemos pasar por alto tampoco que si optamos por recurrir al griego descubriremos que cosmovisión es una palabra que se encuentra conformada por “cosmos”, que es equivalente a “ordenar”, y el verbo “visio”, que significa “ver”.
Cosmovisión es la manera de ver e interpretar el mundo. Se trata del conjunto de creencias que permiten analizar y reconocer la realidad a partir de la propia existencia. Puede hablarse de la cosmovisión de una persona, una cultura, una época, etc.
Por ejemplo: “La cosmovisión azteca era muy compleja e incluía un fluido intercambio entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos”, “Los musulmanes más radicalizados tienen una cosmovisión muy distinta a la nuestra, pero eso es difícil entender sus acciones”, “Tienes una cosmovisión muy particular que no puedo aceptar”.
Es importante tener en cuenta que una cosmovisión es integral; es decir, abarca aspectos de todos los ámbitos de la vida. La religión, la moral, la filosofía y la política forman parte de una cosmovisión.
Las relaciones sociales, la cultura y la educación resultan claves a la hora del desarrollo de la cosmovisión individual. Los seres humanos son seres sociales y nadie crece totalmente aislado y ajeno al entorno.
Además de todo lo expuesto es importante subrayar que para que tengan lugar cosmovisiones y sean consideradas como tal se tienen que dar estas circunstancias y elementos:
• Algo existe.
• Todos los individuos buscan desesperadamente un punto de referencia que sea infinito, ya sea un Dios, el hombre, un sentimiento…
• El hecho de que existan dos afirmaciones totalmente contradictorias, indica que una de ellas no es verdadera.
• Cualquier persona practica la fe, cada una a su manera y en base a sus principios.

Así, es como tienen lugar las cosmovisiones que suelen girar en torno a cuestiones tales como qué le pasa a una persona cuando muere, qué existe y porqué, cómo se puede establecer que algo está bien o está mal, cuál es la existencia del ser humano…
El arte es un vehículo que permite expresar o reflejar la cosmovisión de una persona. A través de las manifestaciones artísticas, el sujeto plasma su representación del mundo y sus valores.
Puede decirse que las religiones, los sistemas filosóficos y las doctrinas políticas forman cosmovisiones, ya que aportan un marco interpretativo para interactuar con la realidad y desarrollar ciertos patrones éticos y morales. El cristianismo, el judaísmo, el islam, el humanismo y el marxismo, en ese sentido, pueden ser considerados como cosmovisiones. Aquellos que intentan imponer su cosmovisión por la fuerza y no aceptan la disidencia son conocidos como fundamentalistas.

Lee todo en: Definición de cosmovisión - Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/cosmovision/#ixzz32sep3YvK



RECURSOS HUMORISTICOS






RECURSOS HUMORISTICOS
He aquí una serie de recursos de los que se valen los textos de humor para provocar la risa o al menos una sonrisa en el espectador, aunque, si lo pensamos, no es la única finalidad que podemos encontrar. Estos recursos nos acompañarán para revisar, mirar, analizar, los textos que veremos en la cosmovisión humorística, la primera de las tres que veremos en este año.

-        La  ridiculización: la exageración desmedida de características físicas, de carácter, situaciones, vicios, costumbres, defectos, y bondades sociales.
-        Lo inadecuado al contexto, lo incorrecto, lo que va contra el sentido común, lo fuera de lugar o tiempo.
-        El  equívoco, situaciones confusas, desencuentros, desengaños.
-        Lo absurdo, lo ilógico, lo que no parece tener ningún sentido o relación con nada.
-        Lo obvio, aquello que todos saben, lo que no hace falta decir y sólo se sugiere.
-        El doble sentido, la palabra o término con más de un significado según la situación.
-        El juego de palabras, la rima.
-        La repetición, insistir con una frase palabra o situación, un gesto, una actitud o una acción natural y habitual de las personas se repite una y otra vez, llega un momento en que pierde su humanidad y se vuelve mecánica, se automatiza.
-        Lo  sorpresivo, lo inesperado, lo que descoloca al otro.
-        La ironía: es una figura retórica que supone siempre una inversión del significado. Cuando exclamamos “¡Qué hermoso te quedó el pelo!” ante un estrafalario corte de pelo de una amigo pretendemos que este entienda lo contrario. Es una oposición entre el sentido literal y el derivado.
-        La paradoja: situación en la que sucede todo lo contrario de lo que “debería suceder”.
-        El extrañamiento: el ver las cosas, las costumbres, las personas siempre de la misma manera hace que nuestra percepción se automatice. Para evitar esta automatización, para provocar una percepción nueva se utiliza la mirada del extrañamiento, es decir, ver las cosas como si fuera por primera vez,  es una percepción renovada.
-        La complicidad con el lector o espectador.
-        El empleo de personajes estereotipados, que son un patrón o modelo de cualidades o de conducta que lo hacen cómico. Son producto de ideas, prejuicios, actitudes, creencias y opiniones preconcebidas, impuestas por el medio social y cultural, y que se aplican de forma general a todas las personas pertenecientes a una categoría, nacionalidad, etnia, edad, sexo, orientación sexual, procedencia geográfica, entre otros. Hay estereotipos de género (hombre-mujer), etáreos (niños, adolescentes, adultos, mayores, etc.), étnicos, nacionales, etc.
Géneros humorísticos: parodia, sátira, costumbrismo, personajes estereotipados,  grotesco,
·                 La parodia: es la recreación de un personaje o un hecho, empleando recursos irónicos para emitir una opinión generalmente transgresora sobre la persona o el acontecimiento parodiado. Existe en todos los géneros, incluyendo la literatura, la música, el cine y la televisión. Un acontecimiento político, social o cultural puede ser asimismo parodiado.
·                 Sátira: es un género que tiene por objeto corregir, por el ridículo, vicios del comportamiento humano, vicios morales y sociales.
·                 Humor costumbrista: manifestaciones artísticas que reflejan hábitos sociales de un lugar y una época. Ofrece un cuadro verosímil, creíble de la vida cotidiana y la presentación de personajes tipo y lugares precisos.
Otras características a tener en cuenta:
·                 Catarsis: Es posible decir también que uno de los efectos que provoca el humor en el espectador es el de “la catarsis”, es decir, la liberación, purificación o desahogo que provoca una situación cómica que permite experimentar un episodio desde el lugar del burlador o del burlado, “como si lo estuviese viviendo” y por lo tanto siendo protagonista sin serlo verdaderamente, con todas las consecuencias que esto puede provocar. El humor negro, suele ser un ejemplo de este aspecto catártico de este género.

·                 También el humor funciona como elemento de transgresión, toma de conciencia, de denuncia, con fines políticos, didácticos, etc.


jueves, 22 de mayo de 2014

Cambios en tu hijo adolescente, de Roberto Fontanarrosa



Cambios en tu hijo adolescente, de Roberto Fontanarrosa

                       Tu hijo adolescente está cambiando. Y está cambiando a ojos vista. Lo miras cuando duerme y te asombras de que los pies le asomen una cuarta por el extremo más lejano de la cama. Los brazos se le enredan, como si no encontraran sitio, y la cabeza pende por la otra punta de su lecho como la de un pollo muerto. ¡Y es la misma cama que parecía enorme para él no hace tantos años, cuando con tu esposa decidieron cambiarlo de la cunita con barrotes porque saltaba afuera de ella como si fuese un mono!

Tu hijo ya no tiene el rostro redondeado y rubicundo de cuando era un niño, sino que la cara ha adquirido rasgos angulosos y su color se torna, día a día, más verdoso. Incluso sus movimientos no tienen ahora la armonía de cuando pequeño, cuando todo, absolutamente todo lo que hacía era gracioso. Arrojaba un plato de sopa al piso y era encantador. Aplastaba con su pequeño piecito las mejores flores del jardín de tu casa y arrancaba risas. Retorcía con saña la piel sedosa del paciente perro y movía a elogios.

Ahora está algo torpe, desmañado y le cuesta habituarse a sus nuevas medidas antropométricas, las que ha adquirido durante el desarrollo Se golpea frecuentemente contra las puertas del aparador, empuja sin querer con los codos los vasos de la mesa y se da la frente con estruendo contra el dintel de la puerta del fondo.

'¿Qué está ocurriendo con mi hijo?', te preguntas. ¿Qué fenómeno mutante le sucede, que se levanta una mañana y ha crecido cinco centímetros, sale de dos días con fiebre y se ha estirado ocho? Porque, incluso, seamos sinceros: huele mal. El sabandija huele a rayos. ¿Adónde quedó ese aroma a talco boratado, a jabón Lanoleche y a perfume suave que lo envolvía como una nube celestial cuando era muy niño y daba placer estrujarlo? Ahora emana un tufillo confuso a almizcle y a aguas servidas, a goma agria y a perro mojado.
Cuando tú entras en su habitación respiras el aire denso del encierro, un pesado vaho a zoológico, a establo, a pesebre, a leonera, a mingitorio de baño público. Además, el sabandija se niega a bañarse. No te lo dice directamente, no te enfrenta mirándote a los ojos cuando se resiste a entrar a la bañera, no. Pero elude el momento, se olvida, finge no tener tiempo, aduce que el estudio le quita oportunidades de asearse.

Tu esposa le ha comprado cientos de nuevas camisetas, algunas de ellas con estampados jubilosos, alegres, juveniles. Tu hijo, sin embargo, se empecina en usar siempre la misma camiseta negra, arrugada, con el estampado en blanco de un cocodrilo del Ganges, con la que ha dormido las últimas nueve noches.
Ahora mismo, mientras lo miras durmiendo despatarrado sobre la cama que ya le queda chica, adviertes que sus piernas, esas mismas piernas que, cuando bebé, eran cortas extremidades rollizas, infladas, rosáceas y regordetas son, de pronto, largas piernas huesudas que, en sectores, muestran una granulosidad plena de canutos similar a la de la piel de los pollos congelados. Y en otras zonas unos enormes, largos y negros pelos simiescos que confieren a tu hijo una apariencia silvestre.

Su piel, por otra parte, en estos momentos, ya no es más la tersa y suave que tanto te gustaba tocar cuando no tenía más de 9 años. Tu hijo está viviendo una explosión hormonal, sus glándulas sebáceas se han declarado en estado de alerta máxima, y revientan, especialmente sobre la superficie de su rostro, centenares de nuevos granos amarillentos, cerúleos y purulentos.

¿Qué hay, incluso, sobre sus labios amoratados? Detectas una sombra. Pero no es, precisamente, la sombra de su sonrisa, como bien lo poetizaba la canción aquélla. Es un bozo, una pelusa de bigote, una suerte de suciedad grisácea que brinda a su labio superior un ribete desprolijo, como si no se hubiese limpiado la base de la nariz luego de comer cenizas.

Pero mucho te equivocarías si tan sólo te detuvieras en eso, en la observación de los cambios físicos, notorios y evidentes. Si sólo te quedaras en precisar que su cabello opaco se enreda en grumos intrincados, sus rodillas tienen la dimensión de dos tazas de café y su aliento huele a comadreja. Ocurre algo más, algo más profundo y complicado aparte del replanteo de diseño y decoración personal de tu hijo. Ocurre algo más y es esto: tu hijo está cambiando como persona, como ser humano. Como las serpientes, está mudando de piel y de personalidad.

 Hay veces –muchas, debes confesarlo– en que le hablas y no te oye. Parece escucharte, pero no registra en lo más mínimo lo que le has dicho. O masculla, simplemente: 'Sí, sí, está bien. Está bien', como se les dice a los locos, sólo para conformarlos. O, cuando le reprochas algo, responde con frases de un cinismo notable tales como 'Mala suerte' o 'Qué pena', como aseverando que tus desvelos por corregirlo serán vanos, morirán, infructuosos, aplastados por los ya escritos designios del destino. O sólo contesta con un desafiante e insolente

'¿Y...?' cuando su madre le recuerda que no ha ido este mes a visitar a sus tíos. Y hay otro llamado de atención, te recuerdo, muy claro y estremecedor, convengamos: en ocasiones te mira como para matarte. Aquellos ojos de ardilla que se abrían encantadores cuando tú le mostrabas el libro con la historia de los dos ositos, ahora se clavan en los tuyos y tú adviertes, lisa y llanamente, que tras sus pupilas titila un brillo asesino, el mismo que alumbrara la locura homicida de Manson.

Tú te has atrevido a entrar en su habitación luego de golpear un par de veces, desde luego. Le has recordado que debe ir a limpiar el baño que quedó hecho un lodazal luego de que él, por fin, accediera a darse la ducha semanal, y has interrumpido su videojuego en la computadora. Te dijo, rumiante, que ya iría a secar el baño, pero tú, imprudente, has insistido.
Es entonces cuando él te mira tal como lo describíamos. Te mira y te dice, con una voz donde relampaguea una inflexión filosa y acerada, separando notoriamente cada sílaba: 'Te-dije-que-ya-iba-a-ir'. Y serpentea por sus palabras una apenas velada amenaza de homicidio. ¡Es él, tu hijo, el mismo niño que para las Navidades cantaba junto a ti villancicos con voz dulce y graciosa! Algo se está solidificando dentro del magma espiritual de tu muchacho.

 Algo, dentro de esa corriente de agua pura y cristalina que era tu pequeño, se está congelando, está creando sus propios ángulos y sus propias aristas. Has palpado algo duro allí dentro, por cierto. ¿Dónde ha quedado aquella personita minúscula, genuinamente inocente, que se creía la historia del ratoncito que deposita dinero a cambio de un diente caído? Tú mismo empezaste a cambiarla cuando le enseñaste a negociar, te informo.
Les has vendido espejitos a los indios, mi amigo. Les has mostrado el poder del canje, les has cambiado pieles de zorro por aguardiente. Ahora saben que tú debes darles algo cuando les pidas alguna cosa. Tu propia esposa inició a tu hijo en eso cuando le prometía dejarlo ver el programa de televisión con los Muppets si él era tan bueno de comer la primera cucharada de la repugnante papilla.
Tú mismo lo acostumbraste a la extorsión cuando negociaste no llevarlo sobre tus hombros en el paseo por el shopping vecino a cambio de comprarle un chupetín con forma de rinoceronte. Ahora le pides gentilmente que apague la luz de su pieza cuando no la usa y te exige diez dólares, le ruegas que no deje tiradas sus ropas por el suelo y pretende un compact de los Screaming Headless Torsos, le indicas que no apoye los codos sobre la mesa y ruge que necesita una moto japonesa.

No te sorprendas, mi amigo. La explicación es muy simple: él está cada vez más parecido a ti mismo, es ya un delincuente como todos nosotros, es uno más de la banda, lo estamos integrando jubilosamente en el clan. Y hay otro detalle: ya no puedes pegarle. Ese coscorrón sonoro sobre el remolino de pelo que tiene en la cabeza, ese manotazo plano sobre sus asentaderas cuando hacía algo malo, ese zamarreo espasmódico tomándolo de un hombro cuando berreaba como un demonio, ya no es atinado.
Ahora, te diría que lo pienses muy bien antes de hacerlo. Ayer mismo le levantaste una mano y te miró fijamente, como calculando la resistencia de tus huesos, la oposición que presentaría la piel de tu cuello a la punta doble y metálica de una tijera. Lo miras ahora, mientras duerme, cuando parece recuperar algo de ese toque angelical que poseía en el colegio primario, y ves que su espalda tiene casi el mismo ancho que su almohada, y que los músculos jóvenes de los brazos son protuberancias tensas, como si tuviese sogas que le corrieran bajo la piel.
Lo comprobaste, además, no hace mucho, cuando le asestaste un festivo empujón sobre una tetilla, a modo de chanza, y tu mano chocó contra una superficie que tenía la granítica dureza del cemento, una dureza que en tu propio cuerpo de padre sólo podría encontrarse en la hebilla de tu cinturón. Podría matarte con una sola de sus manos, en suma.
Perdiste tu oportunidad de pegarle cuando estabas a tiempo. Ahora ya es tarde. Pero no te inquietes, tu hijo está en una etapa de cambios. Su personalidad se retuerce como una culebra caída en el fuego. Varía día tras día, se transforma, muta. Hoy verás a tu hijo silencioso y reconcentrado, como preocupado por un futuro que se le antoja amenazante. Mañana lo verás conversador y tumultuoso, atacado por un hambre feroz que lo llevará a comer cuatro filetes de cerdo acompañados con huevos fritos. Ayer lo habías contemplado esquivo y distante, abocado a leer poemas de Verlaine y de Rimbaud.
Su alma es una suerte de masilla blanduzca, que se modifica y amolda a las presiones que recibe. Aparece un día diciendo que quiere ser jugador de basquet, y no se saca durante 24 horas esa ridícula gorra de los Dodgers. Al día siguiente opina que su destino está en la Bolsa de Valores y se empecina en lucir un saco oscuro con corbata al tono sobre los pantalones vaqueros. Mañana por la mañana sostendrá que desea sacar la visa para irse a vivir a Rusia y criar allí conejos de angora. Por la tarde confesará que está enamorado y habrá de casarse al poco tiempo. Su perfil, su forma de ser, fluye, se eleva y se distorsiona como esas voluptuosas volutas aceitosas que giran dentro de los cilindros iluminados que suelen ponerse como adorno en las casas de decoración llenos de un líquido ámbar y moroso.

Pero pronto, mucho antes de lo que tú te imaginas, aparecerá el modelo terminado. La naturaleza habrá completado su diseño. Se habrá confirmado la curva de su mandíbula, encontrará su diámetro la extensión de la cintura y las excrecencias de la piel se harán más y más infrecuentes en las inmediaciones de la nariz y la boca. Hasta la voz ya no le patinará tanto en algunos tonos, adquiriendo un matiz más parejo y previsible. Pero lo más importante: podrá advertirse una estructura firme, un andamiaje que sostenga a una personalidad definitiva y consolidada.
Y entonces, mi querido amigo, padre y custodio de un adolescente, cuanto tu hijo haya adquirido ya una personalidad concreta, sólida, palpable, buena o mala pero propia, definida, conocerá a una mujer. Conocerá a una mujer y esa mujer intentará cambiarlo.

Tomado de Te digo más... y otros cuentos, de Roberto Fontanarrosa.
Publicado por Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2001

Balada de la primera novia, de Alejandro Dolina



 

Balada de la primera novia, de Alejandro Dolina   

El poeta Jorge Allen tuvo su primera novia a la edad de doce años. Guarden las personas mayores sus sonrisas condescendientes. Porque en la vida de un hombre hay pocas cosas más serias que su amor inaugural.
Por cierto, los mercaderes, los Refutadores de Leyendas y los aplicadores de inyecciones parecen opinar en forma diferente y resaltan en sus discursos la importancia del automóvil, la higiene, las tarjetas de crédito y las comunicaciones instantáneas. El pensamiento de estas gentes no debe preocuparnos. Después de todo han venido al mundo con propósitos tan diferentes de los nuestros, que casi es imposible que nos molesten.
Ocupémonos de la novia de Allen. Su nombre se ha perdido para nosotros, no lejos de Patricia o Pamela. Fue tal vez morocha y linda.

El poeta niño la quiso con gravedad y temor. No tenía entonces el cínico aplomo que da el demasiado trato con las mujeres. Tampoco tenía -ni tuvo nunca- la audacia guaranga de los papanatas.
Las manifestaciones visibles de aquel romance fueron modestas. Allen creía recordar una mano tierna sobre su mentón, una blanca vecindad frente a un libro de lectura y una frase, tan solo una: "Me gustás vos." En algún recreo perdió su amor y más tarde su rastro.
Después de una triste fiestita de fin de curso, ya no volvió a verla ni a tener noticias de ella.
Sin embargo siguió queriéndola a lo largo de sus años. Jorge Allen se hizo hombre y vivió formidables gestas amorosas. Pero jamás dejó de llorar por la morocha ausente.
La noche en que cumplía treinta y tres años, el poeta supo que había llegado el momento de ir a buscarla.

Aquí conviene decir que la aventura de la Primera Novia es un mito que aparece en muchísimos relatos del barrio de Flores. Los racionalistas y los psicólogos tejen previsibles metáforas y alegorías resobadas. De ellas surge un estado de incredulidad que no es el más recomendable para emocionarse por un amor perdido.
A falta de mejor ocurrencia, Allen merodeó la antigua casa de la muchacha, en un barrio donde nadie la recordaba. Después consultó la guía telefónica y los padrones electorales. Miró fijamente a las mujeres de su edad y también a las niñas de doce años. Pero no sucedió nada.
Entonces pidió socorro a sus amigos, los Hombres Sensibles de Flores. Por suerte, estos espíritus tan proclives al macaneo metafísico tenían una noción sonante y contante de la ayuda.
Jamás alcanzaron a comprender a quienes sostienen que escuchar las ajenas lamentaciones es ya un servicio abnegado. Nada de apoyos morales ni palabras de aliento. Llegado el caso, los muchachos del Angel Gris actuaban directamente sobre la circunstancia adversa: convencían a mujeres tercas, amenazaban a los tramposos, revocaban injusticias, luchaban contra el mal, detenían el tiempo, abolían la muerte.
Así, ahorrándose inútiles consejos, con el mayor entusiasmo buscaron junto al poeta a la Primera Novia.
El caso no era fácil. Allen no poseía ningún dato prometedor. Y para colmo anunció un hecho inquietante:
- Ella fue mi primera novia, pero no estoy seguro de haber sido su primer novio.
- Esto complica las cosas -dijo Manuel Mandeb, el polígrafo-. Las mujeres recuerdan al primer novio, pero difícilmente al tercero o al quinto.
El músico Ives Castagnino declaró que para una mujer de verdad, todos los novios son el primero, especialmente cuando tienen carácter fuerte. Resueltas las objeciones leguleyas, los amigos resolvieron visitar a Celia, la vieja bruja de la calle Gavilán. En realidad, Allen debió ser llevado a la rastra, pues era hombre temeroso de los hechizos.

- Usted tiene una gran pena -gritó la adivina apenas lo vió.
- Ya lo sé señora... dígame algo que yo no sepa...
- Tendrá grandes dificultades en el futuro...
- También lo sé...
- Le espera una gran desgracia...
- Como a todos, señora...
- Tal vez viaje...
- O tal vez no...
- Una mujer lo espera...
- Ahi me va gustando... ¿Dónde está esa mujer?
- Lejos, muy lejos... En el patio de un colegio. Un patio de baldosas grises.
- Siga... con eso no me alcanza.
- Veo un hombre que canta lo que otros le mandan cantar. Ese hombre sabe algo... Veo también una casa humilde con pilares rosados.
- ¿Qué más?
- Nada más... Cuanto más yo le diga, menos podrá usted encontrarla. Váyase. Pero antes pague.

Los meses que siguieron fueron infructuosos. Algunas mujeres de la barriada se enteraron de la búsqueda y fingieron ser la Primera Novia para seducir al poeta. En ocasiones Mandeb, Castagnino y el ruso Salzman simularon ser Allen para abusar de las novias falsas.
Los viejos compañeros del colegio no tardaron en presentarse a reclamar evocaciones. Uno de ellos hizo una revelación brutal.

- La chica se llamaba Gómez. Fue mi Primera Novia
- ¡Mentira!
-gritó Allen.
- ¿Por qué no? Pudo haber sido la Primera Novia de muchos.


Entre todos lo echaron a patadas. Una tarde se presentó una rubia estupenda de ojos enormes y esforzados breteles. Resultó ser el segundo amor del poeta. Algunas semanas después apareció la sexta novia y luego la cuarta. Se supo entonces que Jorge Allen solía ocultar su pasado amoroso a todas las mujeres, de modo que cada una de ellas creía iniciar la serie.
A fines de ese año, Manuel Mandeb concibió con astucia la idea de organizar una fiesta de ex-alumnos de la escuela del poeta.
Hablaron con las autoridades, cursaron invitaciones, publicaron gacetillas en las revistas y en los diarios, pegaron carteles y compraron masas y canapés.
La reunión no estuvo mal. Hubo discursos, lágrimas, brindis y algún reencuentro emocionante. Pero la chica de apellido Gómez no concurrió.
Sin embargo, los Hombres Sensibles -que estaban allí en calidad de colados- no perdieron el tiempo y trataron de obtener datos entre los presentes.


El poeta conversó con Inés, compañera de banco de la morocha ausente.


- Gómez, claro -dijo la chica-. Estaba loca por Ferrari.

Allen no pudo soportarlo.

- Estaba loca por mí.
- No, no... Bueno, eran cosas de chicos.



Cosas de chicos. Nada menos. Amores sin cálculo, rencores sin piedad, traiciones sin remordimiento.


El petiso Cáceres declaró haberla visto una vez en Paso del Rey. Y alguien se la había cruzado en el tren que iba a Moreno.
Nada más.


Los muchachos del Angel Gris fueron olvidando el asunto. Pero Allen no se resignaba. Inútilmente buscó en sus cajones algún papel subrepticio, alguna anotación reveladora. Encontró la foto oficial de sexto grado. Se descubrió a sí mismo con una sonrisa de zonzo. La morochita estaba lejos, en los arrabales de la imagen, ajena a cualquier drama.

- ¡Ay, si supieras que te he llorado....! Si supieras que me gustaría mostrarte mi hombría... Si supieras todo lo que aprendí desde aquel tiempo...


Una noche de verano, el poeta se aburría con Manuel Mandeb en una churrasquería de Caseros. Un payador mediocre complacía los pedidos de la gente.


- Al de la mesa del fondo le canto sinceramente...


De pronto Allen tuvo una inspiración.


- Ese hombre canta lo que otros le mandan cantar.
- Es el destino de los payadores de churrasquería.
- Celia, la adivina, dijo que un hombre así conocia a mi novia...

Mandeb copó la banca.
- Acérquese, amigo.


El payador se sentó en la mesa y aceptó una cerveza. Después de algunos vagos comentarios artísticos, el polígrafo fue al asunto.
- Se me hace que usted conoce a una amiga nuestra. Se apellida Gómez, y creo que vivía por Paso del Rey.
- Yo soy Gómez
-dijo el cantor-. Y por esos barrios tengo una prima.
Después pulsó la guitarra, se levantó y abandonando la mesa se largó con una décima.

- Acá este amable señor
conoce una prima mía
que según creo vivía
en la calle Tronador.
Vaya mi canto mejor
con toda mi alma de artista
tal vez mi verso resista
pa' saludar a esta gente
y a mi prima, la del puente
sobre el Río Reconquista.

            Durante los siguientes días los Hombres Sensibles de Flores recorrieron Paso del Rey en las vecindades del río Reconquista, buscando la calle Tronador y una casa humilde con pilares rosados. Una tarde fueron atacados por unos lugareños levantiscos y dos noches después cayeron presos por sospechosos. Para facilitarse la investigación decían vender sábanas. Salzman y Mandeb levantaron docenas de pedidos.

Finalmente, la tarde que Jorge Allen cumplía treinta y cuatro años, el poeta y Mandeb descubrieron la casa.
- Es aquí. Aquí están los pilares rosados.
Mandeb era un hombre demasiado agudo como para tener esperanzas.
- No me parece. Vámonos.
Pero Allen tocó el timbre. Su amigo permaneció cerca del cordón de la vereda.
- Aquí no es, rajemos.
Nuevo timbrazo. Al rato salió una mujer gorda, morochita, vencida, avejentada. Un gesto forastero le habitaba el entrecejo. La boca se le estaba haciendo cruel. Los años son pesados para algunas personas.
- Buenas tardes -dijo la voz que alguna vez había alegrado un patio de baldosas grises.
Pero no era suficiente. Ya la mujer estaba más cerca del desengaño que de la promesa.
Y allí, a su frente, Jorge Allen, más niño que nunca, mirando por encima del hombro de la Primera Novia, esperaba un milagro que no se producía.
- Busco a una compañera de colegio -dijo-. Soy Allen, sexto grado B, turno mañana. La chica se llamaba Gómez.
La mujer abrió los ojos y una niña de doce años sonrió dentro suyo. Se adelantó un paso y comenzó una risa amistosa con interjecciones evocativas. Rápido como el refucilo, en uno de los procedimientos más felices de su vida, Mandeb se adelantó.
- Nos han dicho que vive por aquí... Yo soy Manuel Mandeb, mucho gusto.
Y apretó la mano de la mujer con toda la fuerza de su alma, mientras le clavaba una mirada de súplica, de inteligencia o quizás de amenaza.
Tal vez inspirada por los ángeles que siempre cuidan a los chicos, ella comprendió.
- Encantada -murmuró-. Pero lamento no conocer a esa persona. Le habrán informado mal.
- Por un momento pensé que era usted
-respiró Allen-. Le ruego que nos disculpe.
- Vamos
-sonrió Mandeb-. La señora bien pudo haber sido tu alumna, viejo sinvergüenza...
Los dos amigos se fueron en silencio.


Esa noche Mandeb volvió solo a la casa de los pilares rosados. Ya frente a la mujer morocha le dijo:
- Quiero agradecerle lo que ha hecho....
- Lo siento mucho... No he tenido suerte, estoy avergonzada, míreme....
- No se aflija. El la seguirá buscando eternamente.

Y ella contestó, tal vez llorando:
- Yo también.
- Algún día todos nos encontraremos. Buenas noches, señora.



Las aventuras verdaderamente grandes son aquellas que mejoran el alma de quien las vive. En ese único sentido es indispensable buscar a la Primera Novia. El hombre sabio deberá cuidar -eso sí- el detenerse a tiempo, antes de encontrarla.

           El camino está lleno de hondas y entrañables tristezas. Jorge Allen siguió recorriéndolo hasta que él mismo se perdió en los barrios hostiles junto con todos los Hombres Sensibles.

Instrucciones para buscar aventuras, Alejandro Dolina


Instrucciones para buscar aventuras,  Alejandro Dolina
de El libro del fantasma

tapa del libro: El Libro del Fantasma
 








                    Se puede afirmar, sin temor a la indignación de los sabios, que en los tiempos que corren es cada vez más improbable tropezar con la aventura.
Lo imprevisto, lo extraño, lo misterioso no sucede nunca.
Curiosamente, parecen existir muchísimas personas con espíritu aventurero. Todos los días conversa uno con señores que desean vivamente una vida más interesante y un teatro de acontecimientos más rico y más amplio.
Esta gente sale de su casa cada mañana esperando que algo ocurra y buscando, como decía Whitrnan, "algo pernicioso y temible, algo incompatible con una vida mezquina, algo desconocido, algo absorbente, desprendido de su anclaje y bogando en libertad".
Pero la búsqueda es siempre inútil y casi todos los hombres, en el ocaso de sus vidas, confiesan que no han vivido jamás una aventura.
¿Dónde están -se pregunta uno-las doncellas atormentadas por un gigante que desde la torre de algún castillo esperan nuestra intervención salvadora?
En ninguna parte. Ya no quedan gigantes, ni castillos, ni -mucho menos- doncellas.
La actual civilización parece pensada para evitar las aventuras. Porque en realidad la aventura es el riesgo. Y nadie quiere arriesgarse.
Siendo la seguridad un valor cuya admiración se promueve de continuo, es inevitable que la mayor parte del esfuerzo tecnológico que se realiza esté destinado a evitar sucesos imprevistos. Las cerraduras Yale, los despertadores, los semáforos, las pildoras anticonceptivas, las alarmas, los preservativos, los cierres de cremallera, las agendas, los paracaídas. Todos estos inventos alejan el sobresalto.
Naturalmente, siempre queda alguna grieta como para que se introduzca lo extraordinario. Pero no es suficiente. Para demostrarlo, vale la pena realizar una sencilla experiencia: pidamos a nuestros conocidos que refieran los hechos más curiosos que han vivido. Los resultados serán entre aburridos y penosos.
Alguien quedó encerrado en el ascensor durante una hora. Otro dice haber ganado un jarrón en una kermesse. Un tercero obtuvo un boleto capicúa.
Se trata de aventuras miserables.
Los griegos pensaban que las cosas ocurrían sólo para que los hombres pudieran contarlas luego. Si esto es cierto, el futuro de nuestras conversaciones es poco prometedor. ¿Qué les contaremos a nuestros nietos? ¿Que una vez vimos un choque? ¿Que se nos reventó un sifón? Pobre será la épica que surja de estos modestos cataclismos.
El aventurero actual ha aprendido a contentarse con sombras de emoción. La televisión y el cine son sus melancólicos proveedores de asombro.
Chesterton había inventado una solución genial: la Agencia de Aventuras.
Era una empresa que atendía a los caballeros que experimentaban el deseo de una vida variada.
Mediante la satisfacción de una suma anual, el cliente se veía rodeado de acontecimientos fantásticos y sorprendentes provocados por la Agencia.
El hombre salía de su casa y se le acercaba un chino excitadísimo quien le aseguraba que existía un complot contra su vida. Si tomaba un coche, era conducido al Barrio del Invierno, donde cunden las riñas, los marineros egipcios y las mujeres peligrosas. Gracias a esta eficiente organización, el aventurero se veía obligado a saltar tapias, a pelear con extraños o a huir de desconocidos perseguidores.
Pero la realidad, aun cuando ha sido capaz de depararnos empresas tan absurdas como las que investigan mercados o gestionan transferencias de automóviles, no nos ha brindado una Agencia de Aventuras.
¿Qué puede hacerse entonces?
Pues hay que actuar. No podemos pensar que las aventuras vendrán a nosotros. De nada sirve esperar lo imprevisto mirando vidrieras o sentados en el umbral. Es necesario que uno mismo provoque sucesos extraordinarios.
Para demostrar que esto es posible, abandonaremos las anchas avenidas de los Enunciados Generales para ingresar en el Laberinto de los Ejemplos Concretos. Para decido de una vez, nos proponemos impartir instrucciones precisas para vivir aventuras.
AVENTURA DE LA MUJER RUBIA

Antes de comenzar a vivir este episodio, usted debe elegir a una mujer rubia. Desde luego, es preferible que sea hermosa. y desconocida.
Una vez que usted se haya decidido por una rubia determinada, comience a seguida. Pero, atención. No se trata de escoltada durante un par de cuadras murmurándole frases ingeniosas. Hay que seguida silenciosamente y en forma perpetua. Hasta su casa. Hasta su trabajo. Hasta donde fue re necesario.
Esto no debe interrumpirse jamás. Cada vez que ella entre en un edificio, usted deberá permanecer afuera esperando su salida.
No hay que disimular. La idea es que la mujer rubia advierta cabalmente que usted la está siguiendo. Esto la pondrá muy nerviosa y hasta es probable que llame al vigilante.
Pasarán días, semanas, y tal vez meses. Usted se convertirá en una sombra familiar y silenciosa. Si la mujer rubia tiene novio, no abandone la empresa. Después de todo, usted solamente quiere que algo ocurra. y tarde o temprano algo ocurrirá.
AVENTURA DEL TIMBRE QUE SUENA EN LA NOCHE

Usted camina por una calle oscura. Son las cuatro de la mañana. Tal vez llueve. De pronto, frente a una casa cualquiera, usted resuelve tocar el timbre. Pasan los minutos. Usted vuelve a tocar. Un hombre consternado abre la puerta.
-¿Qué ocurre? -pregunta.
-Ando en busca de una aventura -contesta usted.
AVENTURA DE LA NOVIA PERDIDA

Un día usted resuelve encontrar a su Primera Novia. Si usted ha tenido el descaro de casarse con ella, es evidente que la cosa no constituye una aventura sino una fatalidad.
Pero supongamos que usted no la ve desde hace veinte años. No sabe qué ha sido de ella.
Apenas recuerda su nombre y su cara ha tomado ya la forma de los sueños y el recuerdo.
Usted hace averiguaciones. Indaga entre quienes la han conocido. Investiga en los lugares en los que ella trabajó o estudió. Recorre calles al acaso, cree reconocerla dos o tres veces. Alguien le pasa un dato cierto.
Mientras todo esto ocurre, usted se vuelve a enamorar de la Primera Novia y sueña todas las noches con ella, como solía hacer veinte años atrás.
Un día usted descubre su paradero. Sabe exactamente dónde encontrarla. Tiene la dirección, el número de su teléfono y conoce los horarios en que es apropiado llegar a ella.
Usted piensa que la aventura ya puede comenzar, pero en realidad es aquí donde debe terminar.
AVENTURA DEL TUNEL QUE VA A CUALQUIER PARTE

Usted y un grupo de amigos aventureros comienzan a excavar un túnel en el fondo de una casa, que puede ser la suya.
La tarea deberá acometerse con el mayor vigor.
Durante la excavación se irán descubriendo objetos extraños, tales como huesos, cascotes, tapitas de cerveza, zapatillas fósiles y antiguos pozos ciegos.
El trabajo durará meses y meses. Durante ese lapso surgirá una deliciosa camaradería entre los integrantes del grupo. Es muy probable que todos sean despedidos de sus trabajos habituales, en razón de las inasistencias, la impuntualidad y la suciedad, inevitables cuando uno excava un túnel. Por las mismas razones, los que tuvieren novia serán abandonados.
Así las cosas, la única preocupación del grupo será cavar y cavar. Un día cualquiera, cuando el túnel ya tenga una extensión considerable, se comenzará a excavar hacia la superficie. y aquí viene el momento fundamental de la aventura. ¿Dónde aparecerán los viajeros subterráneos? ¿En el hall de una casa habitada por señoritas solteras? ¿En una panadería? ¿En un convento?

Hay otras aventuras posibles: la del que se embarca en un carguero sueco, la del viaje subterráneo a través del arroyo Maldonado, la del que investiga a los mendigos para descubrir que son ricos, la del que se mete en el baño de damas, la del que se agacha a ver por qué no explota el cohete. .. Hay que elegir.
Salgamos de una vez. Salgamos a buscar camorra, a defender causas nobles, a recobrar tiempos olvidados, a despilfarrar lo que hemos ahorrado, a luchar por amores imposibles. A que nos peguen, a que nos derroten, a que nos traicionen. Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez.

Cuestionario:
1-      ¿De qué trata el texto de Dolina?
2-      ¿Qué cosas considera perdida el autor en la sociedad actual?
3-      ¿Qué propuestas hace al lector y qué contratiempos o contradicciones piensa en estas acciones?
4-      ¿Consideras que reemplazamos vida por comodidad en la sociedad actual? ¿Por qué? ¿Cómo podríamos incorporar las pérdidas que vislumbra Dolina?
5-      ¿Asocias este texto con el humor o lo serio? ¿En qué aspectos?
6-      ¿Qué estrategias utiliza Dolina para generar humor?

 Cuestionario de Carlos Ariel genco, texto del maestro Dolina


lunes, 12 de mayo de 2014

sobre el practico de literatura con el chico leyendo, se suma



6to año naturales Islas Malvinas
   Del práctico de literatura del chico leyendo, les planteo posibles conceptos teóricos, preguntas de exámen. 
Elaborarlas del mismo texto.
1 Definición de literatura
2 Diferencia connotativo y denotativo. ¿Qué características tiene lo connotativo y por qué lo usa la literatura?
3 Define los tres géneros literarios.
4 ¿Cuál es el origen, comienzo de la literatura?
5 ¿Qué es la ficción?
6 ¿Qué diferencia existe entre autor y narrador?
7 ¿Qué evolución tuvo la figura de autor?
8 ¿Qué papel da la literatura al lector la sociedad moderna?
9 Diferencia entre géneros discursivos primarios y secundarios.
10 ¿Qué es el canon literario y qué o quiénes otorgan el status o valor a las obras del pasado?
11 ¿Qué significa texto?